Llegamos a Amristar pero nuestro guía de viaje, Suryavan, decidió cambiar los planes. Cuando me enteré de eso me dije: “ese es mi Maestro, me encanta cuando nos envía a nuevas aventuras”, pero más que una aventura externa fue un viaje a lo profundo de mi ser, un viaje a mis vidas pasadas, un viaje que jamás olvidaré pues quedó tatuado en mi corazón.
Todos nos montamos en el bus, emocionados por saber que nos íbamos a encontrar más adelante. Estábamos yendo a la ceremonia de la frontera de la India con Pakistán. Los guías nos decían que tuviéramos mucho cuidado, pues era un lugar donde había mucha gente. Nos explicaron que los soldados que hacían la ceremonia eran elegidos en todo el territorio de la India por ser los hombres más altos. Nos mostraron también los tanques de agua de arriba de las casas, con formas de aves o de balones de fútbol. Nuestras expectativas aumentaban cada vez más durante el recorrido.
Al llegar, enormes filas nos esperaban para entrar; separados hombres y mujeres nos requisaron como cualquier concierto. La diferencia, un sin fin de mujeres vestidas con sus Saris de muchos colores, brillantes, perfectamente arregladas con joyas y lindas sonrisas en sus rostros. Parecía un desfile. Nosotras estábamos fascinadas con ellas, y ellas fascinadas con nosotras.
Al entrar se podían ver los soldados, el mar de gente de miles de colores, totalmente exótico. Mis sentidos querían estar en todas partes. Los guardias altos y esbeltos se imponían con su presencia masculina, una energía difícil de hacer pasar desapercibida, pues sutilmente llamaba a la energía femenina. El hombre guerrero, simplemente te envuelve en su fuerza. Miles de sensaciones, olores y colores adornaban toda esta experiencia.
La ceremonia comenzó con las mujeres que en pares agarraban la bandera de la India y corrían con ella. Yo fui una de ellas. Cuando la agarré me pregunté a mí misma al correr ¿cuál es mi bandera, cuáles son los principios por los que voy a luchar hasta el final para obtener mi libertad? Todos tenemos una lucha interna, una batalla ancestral, algo que defender y rescatar ¿cuál es la mía?
Siento que muchas respuestas se contestaron en la siguiente escena, cuando miles de mujeres salimos a bailar y danzar. Libélulas volaban encima de nosotras, el sol del ocaso se ponía en el horizonte y cientos de mujeres danzábamos. No había necesidad de hablar o de tener un idioma en común, nuestro idioma era la danza, la alegría era el compartir, era mirarse a los ojos y dejar que tu corazón te llevara.
Muchas veces hemos escuchado que todos somos uno, que todos somos iguales, pero nunca, o pocas veces, lo hemos experimentado. Cuando muchas mujeres danzan por el placer de danzar, comienzas a darte que cuenta que tu eres igual a la otra, que las dos son sólo una. Hay un lenguaje universal que es el lenguaje de la danza, el lenguaje de la expresión que eleva tu espíritu, sacándolo del sufrimiento, sacándolo de la comparación y del encasillamiento. Una sola tribu, un sólo mundo, donde las fronteras se caen, la diferencias ya no existen, donde tu mente conceptual muere por un instante. Si de algo estoy segura es que si las mujeres nos vamos a iluminar juntas, va a ser danzando.
Gracias India, gracias mujeres de la India, Gracias Suryavan.
One Wold One Tribe.
Fotos by Yaitara