En el momento en que quedé embarazada escribí una entrada de Blog sobre “Cosas que una mujer debe hacer antes de casarse y tener hijos” y uno de los puntos ahí mencionados es; viajar sola. Desde mi experiencia, ese es el mejor momento de la vida, para que la mujer explore y pruebe todo, se conozca a si misma y aprenda a discernir y a decidir lo que quiere en la vida y lo que no. Pues una vez que la mujer asume el compromiso de emparejarse y tener hijos, comienza a llenarse de una gran cantidad de roles y responsabilidades que nunca imaginó.
Hace 10 años exactamente en el 2008 hice un viaje a Asia, completamente sola que duró 8 meses, le puse como propósito: “un viaje espiritual”. Éste me apoyó muchísimo a encontrarme a mi misma. Tuve muchos momentos especiales, pero lo más importante de ese viaje fue la crisis existencial que tuve. Curiosamente, eso fue lo que más me ayudó a ser hoy en día la mujer que soy. Fue tan importante ese viaje en mi vida, que siento que me identifiqué por completo con el arquetipo de esa mujer libre, sin ataduras, viajera, aventurera, dispuesta a explorarlo y sentirlo todo y con mucha energía.
Este último viaje que hice a Japón y a Bali, lo hice en una situación completamente diferente, ya casada y con una hija. La llegada del primer hijo cambia por completo la vida de una mujer, pues es el momento de dejar esa mujer aventurera a un lado y convertirse en una mujer más madura y con responsabilidades.
Mi hija nació hace 2 años, y hasta ahora siento que estoy saliendo de ese espacio vacío, en el que una mujer se encuentra cuando pasa del arquetipo de la doncella al de la madre. Han sido dos años de aceptación y pelea interna, de soltar a la adolecente interior agradecerle y dejarla atrás, de recibir con amor al arquetipo de la madre y sentirme cómoda en él. Siento que este último viaje marcó un cierre de ciclo en mi y una reconciliación con el nuevo. Necesité de un espacio para mi, lejos de mi rol de mamá para poder recordar quién soy yo y así poder incorporar el arquetipo de la madre mejor.
Muchas veces creemos que viajamos para tomarnos lindas fotos, subirlas a instagram y disfrutar del paisaje. Por un lado si, los viajes tienen mucho de explorar los 5 sentidos, ver nuevas formas, arquitecturas y paisajes, sentir nuevos olores, probar nuevos sabores, escuchar una música diferente y sentir nuevas texturas y temperaturas en tu piel. Por otro lado, todas estas nuevas experiencias sensoriales nos producen un sin fin de emociones, tanto positivas como negativas, nos dan placer y a veces rechazo, nos confrontan e incluso terminan cambiando nuestros paradigmas y creencias.
La realidad es que viajamos porque queremos alimentar los 5 sentidos de una forma diferente a la cotidiana, es un deseo profundo por salir de nuestra zona de confort. Y eso no significa que todo va a ser lindo y bonito, eso significa que vamos a ser confrontadas, pues vamos a aprender a conocernos en situaciones completamente desconocidas.
Al viajar delegamos la mayoría de nuestros roles cotidianos que nos ocupan tiempo y espacio en nuestra mente y emociones, entonces el inconsciente toma posesión de ese nuevo espacio creado y se expresa de forma libre en el viaje. Viajar es entonces una tremenda oportunidad de observar esas emociones y pensamientos que no podemos observar en la cotidianidad cuando estamos en automático o en nuestra rutina. Es una forma de observarnos a nosotras mismas y conocer nuestros rincones internos tanto luminosos como oscuros.
Podemos hacer viajes que no signifiquen mucho a nivel interno, pueden ser unas simples vacaciones de descanso, o podemos hacer viajes que nos permitan conocernos a nosotros mismas de una forma más profunda. Así que te hago las siguiente preguntas de reflexión interna:
- ¿Qué fue lo que significó para ti tu último viaje?
- ¿Qué aprendiste de ti?
- ¿Le pusiste un propósito claro a ese viaje?
- ¿Cuál sería el propósito de tu próximo viaje?