Las expectativas son un proceso natural de la mente, pues parte de su función primordial es proyectarnos a nosotras mismas en el futuro. Cuando nuestros antepasados cazaban, necesitaban de esta capacidad mental para imaginar su presa e ir detrás de ella. Si la atrapaban o no, es otra cosa.
De hecho, necesitamos tener expectativas y ojalá que sean positivas y desde el merecimiento; pues cuando hay motivación, nos ponemos en acción para ir detrás de nuestros sueños. De lo contrario, nos quedaríamos todo el día deprimidas en nuestras casas sin hacer nada, sin emocionarnos, ni ilusionarnos.
Por lo tanto, tener expectativas, es algo que hacemos todos los días y debemos comprender que este proceso tiene dos resultados siempre; se cumplen, o no.
El problema entonces, no yace en tener expectativas o no, el asunto radica en aprender a lidiar con nosotras mismas cuando las expectativas no se cumplen. Porque cuando se realizan, o incluso el resultado las excede, nos sentimos felices y poderosas. ¿Pero que nos sucede cuando no se cumplen?
¿Cómo reaccionamos cuando no se cumplen la expectativas?
Todas tenemos diferentes formas de reaccionar cuando las cosas no suceden como lo esperamos, así que acá va a una lista para que puedas identificarte:
- Nos da rabia y le echamos la culpa a otro de que las cosas no salieran como lo esperaba.
- Nos frustramos y perdemos la capacidad de confiar en nosotras
- Nos desilusionamos y perdemos la confianza en el otro.
- Nos da tristeza y nos deprimimos.
Toda expectativa no cumplida tiene consecuencias en mi relación con el otro o en mi autoestima.
Las expectativas externas
Estas son las expectativas que tenemos en los demás y en las situaciones.
Lo primero que debemos entender es que una expectativa externa es algo que nosotras suponemos, pero la verdad es que nunca se ha hablado, ni discutido; es decir, es un imaginario en mi mente.
Por ejemplo, muchas de las mujeres con las que he hecho coaching, esperan de su pareja honestidad, lealtad y que “se comporten como hombres”. Pero nunca se han sentado a hablar con sus parejas sobre estos 3 temas, entonces viven en un supuesto imaginario que choca constantemente con la realidad, y eso produce mucho sufrimiento.
Toda expectativa nos hace vivir en el mundo de las ideas y no en el mundo real, así que más que desilusionarnos por la expectativas, debemos es comprobar su factibilidad.
Por lo general, eso lo hacemos con los viajes o con los colegios de nuestros hijos. Vemos una imagen del sudeste Asiático de un travel blogger y nos emocionamos, pero cuando nuestros amigos que han visitado ese ese lugar, nos cuentan su experiencia, resulta que no coincide con la imagen que vimos.
Antes de lanzarte al agua, siempre es bueno aterrizar las expectativas que tenemos del otro, o de situaciones. Se cautelosa.
Las expectativas internas
Estas son las expectativas que tenemos de nosotras. Vienen de las creencias inculcadas de cuando eramos pequeñas y de nuestra auto imagen.
Estas expectativas son las que, por ejemplo, tengo que luchar con mis coachees cuando tratamos de organizar su agenda y sus roles. Todas creemos que somos capaces de hacer una gran cantidad de cosas en un solo día, y la realidad es otra. Pero estas expectativas son fáciles de lidiar porque funcionan igual que las externas, y consiste simplemente a aterrizar a lo que es real y lo que realmente soy capaz de lograr.
El problema más grande que tenemos con nuestras expectativas internas es que estas siempre están mezcladas con la vocecita de nuestra madre, diciéndonos cómo debemos comportarnos, la vocecita de nuestro padre diciéndonos si estamos a la altura de algo o no, otra vocecita que se compara constantemente con nuestros hermanos, y otra de nuestras amigas aconsejándonos qué hacer.
Liberarnos de nuestras propias expectativas es más complicado de lo que parece, porque nuestra autoimagen viene de lo que creemos que otros piensan de nosotras.